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EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ
EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ TODO SON VENTAJAS El alcalde Raymond Johansen ha marcado para Oslo unos objetivos tremendamente ambiciosos. “Para que los políticos actúen en consecuencia”. Además de la abundancia de puntos de carga, los vehículos eléctricos tienen otra ventaja a su favor: un carril propio en las principales arterias viarias, para ahorrar tiempo a sus usuarios. A la derecha, zonas residenciales y comerciales. Como en la mayoría de las ciudades a esta hora del día, el tráfico avanza a duras penas, excepto en el carril bus. La diferencia es que, en Oslo, no solo los taxis y autobuses tienen permiso para huir de la marabunta por el carril rápido, sino también los vehículos privados, siempre y cuando sean eléctricos. La posibilidad de usar el carril bus y la gratuidad de los peajes de entrada a la ciudad son solo dos de los incentivos que Noruega ha introducido para animar a sus ciudadanos a apostar por la movilidad eléctrica. En Oslo ya hay tantos vehículos eléctricos que solo pueden usar el carril bus en hora punta si viajan con un mínimo de dos ocupantes. Los generosos subsidios del gobierno noruego al transporte eléctrico son seguramente la vía más directa para reducir las emisiones de gases con efecto invernadero. “Noruega y Oslo se han fijado unos objetivos medioambientales muy ambiciosos. La mayor parte de nuestra electricidad se genera con sistemas hidroeléctricos, por lo que no podemos reducir las emisiones de CO 2 cerrando plantas de combustión de carbón. La reducción tiene que venir de los vehículos”, explica Bu. Cada coche eléctrico que sustituye un coche convencional, especialmente si utiliza hidroelectricidad, permite a Noruega avanzar un pasito más en su cruzada contra las emisiones de CO 2. “La evolución del cambio climático nos obliga a tomar decisiones drásticas”, asegura Raymond Johansen, el alcaldede Oslo. La capital noruega se ha comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 50 % antes de 2020 con respecto a los niveles de 1990, un esfuerzo que va mucho más lejos de los niveles mínimos fijados en el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. En 2030, la cifra tendría que llegar incluso al 95 %. “Fijarse unos objetivos ambiciosos es uno de los pilares fundamentales de toda política medioambiental progresista, ya que obliga a los políticos a actuar en consecuencia”, explica Holm. Y si alguien cree que un planteamiento así peca de ingenuidad, en el caso de Noruega anda muy equivocado. En este país, los políticos se imponen una disciplina muy estricta, tal y como han demostrado durante varias décadas con el fondo del petróleo, utilizado para invertir en el extranjero los beneficios de la venta del crudo. Gracias a esta herramienta, Noruega se ha convertido en uno de los países más ricos y con mayor estabilidad económica de Europa. Las ambiciosas políticas medioambientales de Oslo han despertado un gran interés en el plano internacional y le han valido la distinción de “Capital Verde Europea de 2019” este mes de junio. El informe de la Comisión Europea glosa así sus virtudes: “Oslo ha demostrado una gran capacidad y unos resultados excelentes en indicadores clave como cambio climático, transporte público, naturaleza y biodiversidad, calidad del aire, calidad acústica, gestión de residuos, innovación ecológica y empleo sostenible, y utilización de la energía”. “La administración solo es responsable del 4 % de las emisiones contaminantes. Por tanto, tenemos que concentrar los esfuerzos en otros campos, como la planificación urbanística, las políticas de transporte o nuestra capacidad de compra”, explica el alcalde Johansen. Al diseñar nuevos distritos urbanos, como el Pilestredet Park, el aspecto medioambiental es una de las primeras consideraciones. En este caso, por ejemplo, se utilizaron numerosos materiales de construcción reciclados y se crearon azoteas verdes. La nueva ópera, que se alza junto al fiordo, en pleno corazón de la ciudad, genera parte de la energía que consume a través de paneles solares integrados en su fachada acristalada. En Oslo, como en el resto de Noruega, casi toda la energía es de producción hidroeléctrica. La electricidad es un recurso económico y sostenible, que junto con el petróleo y el gas ha alimentado tradicionalmente las calefacciones de todo el mundo. Oslo ha decidido romper con esta tendencia y apuesta hoy por calentar sus barrios usando plantas de incineración de residuos como la de Klemetsrud, en el sudeste del país. Por fuera, el edificio tiene el aspecto de una fábrica cualquiera. Y, como cualquier fábrica, plantea sus problemas y también sus 26
RIGHT XXXXXX “LOS RESIDUOS ORGÁNICOS DE OSLO SE UTILIZAN PARA GENERAR EL BIOGÁS CON EL QUE FUNCIONAN LOS AUTOBUSES PÚBLICOS”. oportunidades desde el punto de vista medioambiental. En el lado positivo de la balanza, Holm destaca la eficiencia de la producción de energía a través de la incineración de residuos. Sin embargo, para conseguir un proceso respetuoso con el medio ambiente, hacen falta muchos residuos, unos residuos que los noruegos primero clasifican. Volvamos al centro de Oslo, concretamente a un luminoso apartamento. Bajo el fregadero de la cocina se esconde una retahíla de cubos de basura. Trine Otte Bak Nielsen, que vive aquí con su pareja y sus dos hijos, explica: “Lo separamos todo, pero no es un dogma, sino más bien un hábito”. Por fortuna para la pareja, la tecnología de las plantas de clasificación les ahorra un poco de trabajo. En casa, los residuos orgánicos y los plásticos deben depositarse en bolsas diferentes, pero pueden arrojarse al mismo contenedor: la codificación por colores de las bolsas (azul y verde) permite clasificar automáticamente los contenidos y separarlos una vez en la planta de reciclaje. Parte de los residuos orgánicos de Oslo se utiliza para generar el biogás con el que funciona la flota de autobuses públicos locales. Y lo que no puede reciclarse, se incinera, un proceso que genera CO 2. La buena noticia es que la planta de Klemetsrud ha puesto en marcha un proyecto piloto para almacenar estos gases contaminantes bajo tierra, en lugar de liberarlos a la atmósfera. Solo si esta iniciativa funciona, y funciona realmente bien, será posible cumplir con los objetivos medioambientales del Acuerdo de París. Sin embargo, no todo es un camino de rosas. Almacenar el CO 2 de forma segura es un proceso caro y complejo, que de momento no resulta viable económicamente. Por tanto, la ciudad tiene todavía deberes por hacer para cumplir con sus propios objetivos medioambientales de 2020. Según algunas voces críticas, la solución más ecológica es la más sencilla: no generar residuos. Al igual que un porcentaje cada vez más numeroso de noruegos, la familia Nielsen sabe muy bien cómo evitar emisiones, un objetivo posible incluso teniendo un coche de gasolina o diésel: simplemente se trata de usarlo menos. Para los desplazamientos cotidianos al trabajo o al supermercado, utilizan la bicicleta. La última adquisición de la flota familiar descansa en su garaje y ocupa casi el mismo tamaño que un coche pequeño: es una bicicleta eléctrica bastante ancha con una estructura entre el manillar y la rueda delantera en la que pueden viajar cómodamente sus dos hijos y un par de bolsas. “Desde que compré esta bici, he pasado de necesitar 20 minutos para dejar a los niños en la guardería a solo cinco”, asegura. Sin embargo, Nielsen no esconde sus críticas a los carriles bici de su ciudad, en su opinión demasiado escasos y muy estrechos. Los expertos coinciden en este diagnóstico. Mientras Copenhague fue designada una vez más este año como la mejor ciudad para los ciclistas, Oslo se situó por primera vez en el top 20. Desde su 19.ª posición, todavía tiene mucho margen de mejora. “No es ni mucho menos un mal resultado”, comenta Johansen. Por suerte, la capital danesa está a tiro de piedra: el ferry rumbo a Copenhague zarpa de un muelle junto a la ópera. Si todo va según los planes de Holm, el enorme buque navegará pronto sin generar ni una sola emisión contaminante. 27
La revista Land Rover Magazine recoge en sus páginas historias de diferentes lugares del mundo que hablan de fuerza interior y de afán de superación.
En este número, ponemos a prueba el Defender de la mano de dos intrépidos y jóvenes aventureros mientras preparan una expedición al Polo Sur. También celebramos los 50 años del Range Rover participando en una ruta que descubre las maravillas de Dubái. Echamos la vista atrás, pero también miramos hacia el futuro: un grupo de visionarios nos explica las tecnologías que pueden cambiarnos la vida en los próximos años.