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E S C R I T O E N L A P
E S C R I T O E N L A P I E D R A Acompáñenos en un viaje dedescubrimiento que no olvidará. Un viaje... en el tiempo. El paleontólogo Kenneth Lacovara nos invita a seguirle hasta el centro de la Tierra. 76
REFLEXIÓN IMAGEN: STOCKSY/ CATHERINE MACBRIDE, RETRATO: ROBERT CLARK ¿Le gustaría visitar un destino que hará volar su imaginación? ¿Un lugar envuelto en un halo de misterio, pero con tal abundancia de imágenes cautivadoras y escenas de otro mundo que pondría a prueba la credulidad incluso de los más apasionados lectores del género fantástico? Baje la vista, mire con su ojo interior por debajo de la moqueta, el suelo o cualquier obstáculo que le separe de la tierra que hay bajo sus pies. El sitio en el que se encuentra ha acumulado, a lo largo de su dilatada historia, tanto esplendor como las maravillas naturales más glosadas. En la Tierra hay pocas vistas tan deslumbrantes como las que uno puede contemplar en el bordedel Gran Cañón de Estados Unidos. Y el descenso hasta el río por los 13 km de la Bright Angel Trail es una experiencia casi mística, un viaje en el tiempo de casi 2.000 millones de años por las entrañas de los mundos perdidos que pusieron rostro al planeta. Es también una experiencia transformadora, que «PODEMOS LEER sirve a quienes la viven para reconectar con la tierra y con el insondable océano del tiempo. ALGÚN PÁRRAFO Sus ensortijados cimientos están formados por rocas metamórficas comprimidas y abrasadas. Por DE RELATOS encima se alza un coloso de roca sedimentaria ESCRITOS cuyas erosiones dan fe de las numerosas regresiones y avances marinos que han dibujado el EN TIEMPOS perfil de esta región, del mar a la tierra y de vuelta PRETÉRITOS». al mar, durante los últimos 500 millones de años. Atrapados en estas capas de arenisca, piedra caliza y lutita, los fósiles son testimonio de una historia marcada por la sucesión de la vida, desde las variedades ancestrales extrañamente primitivas de la base hasta las formas más modernas de las capas superiores. Sin embargo, desde un punto de vista geológico, no hay nada fuera de lo común. Lo realmente especial de este pétreo libro de historia es que tiene todas sus páginas a la vista, para que podamos hojearlas a placer. La potencia erosiva del río Colorado parte en dos la meseta y deja al descubierto toda su historia. En geología, exposición es la palabra mágica. La litosfera terrestre, sus capas superiores (corteza y manto), son las depositarias de la historia de nuestro planeta. Aunque sus incontables volúmenes encierran historias repletas de épica, la biblioteca está cerrada a cal y canto a los moradores de la superficie terrestre, excepto cuando la erosión y la subpresión se alían para mostrarnos una página o un capítulo entero. A lo largo de nuestra vida solo alcanzamos a ver las páginas introductorias de un sinfín de historias ocultas, pero con un poco de esfuerzo podemos llegar a leer algún párrafo de relatos escritos en tiempos pretéritos. Saliendo de Manhattan, en la orilla del río Hudson se alzan unos oscuros montículos con el semblante de pétreos baluartes. Las Palisades son unas formaciones rocosas de casi 100 metros de altura que tienen grabadas a fuego uno de los momentos más dramáticos de la historia terrestre, cuando hace 200 millones de años las fuerzas tectónicas cercenaron la Pangea, el supercontinente primigenio. A medida que la corteza de la Tierra iba adelgazando, a lo largo de una línea que daría lugar al océano Atlántico, el magma subterráneo emergió para formar enormes bolsas de roca fundida. Estas convulsiones liberaron ingentes cantidades de CO 2 a la atmósfera y provocaron un desbocado calentamiento global. Los repentinos cambios arrasaron con la mayor parte de los organismos. Cuando hubo pasado lo peor, al final del período triásico, más del 75 % de las especies habían desaparecido. En esos tiempos, los amos y señores de la superficie terrestre eran los antepasados de los cocodrilos. Los dinosaurios, todavía lejos de sus años de esplendor, apenas podían competir con aquellos coetáneos más grandes y feroces. Los dos grupos sobrevivieron a la extinción masiva, pero los cocodrilos salieron peor parados. Ya en igualdad de condiciones, los dinosaurios ocuparon el trono y su constante evolución dio lugar a las variopintas especies que terminarían por dominar totalmente los ecosistemas terrestres en los períodos jurásico y cretáceo. Hoy, al cruzar por el puente George Washington, basta levantar la mirada para observar el fenomenal apocalipsis que desembocó en esta revolución biológica. Y no es ni mucho menos el único ejemplo. En San Francisco, un rápido vistazo al suelo permite identificar acumulaciones de roca desplazadas a lo largo del contorno occidental de Norteamérica por una suerte de cinta transportadora tectónica que, en un futuro, depositará el lecho rocoso de la ciudad en el corazón de Alaska. La autopista Turnpike de Pensilvania, entre Filadelfia y Pittsburgh, cruza por los Apalaches, una cordillera que en su día formó parte de la misma cadena montañosa que el Atlas marroquí o las Highlands escocesas. En Florida, debajo de cualquier piscina encontraremos piedra caliza que en su día recubrió el lecho de un cálido mar dominado a placer por el mayor tiburón de la historia, el megalodonte, que podía llegar a medir hasta 18 metros. Las montañas de Front Range, en Colorado, atraviesan una costa de un antiguo mar interior que se extendía desde el golfo de México hasta el océano Ártico. Cerca de sus orillas habitaban algunos de los dinosaurios más famosos, como el estegosaurio o el apatosaurio. Por tanto, aproveche cualquier momento para contemplar el entorno que le rodea. Las emociones están aseguradas, porque hasta el más minúsculo fragmento de piedra tiene grabada una parte de los 4.500 millones de años de historia de este planeta. Si quiere ponerle letra al relato, busque online su historia geológica, visite el museo de historia natural que tenga más cerca o coja pico y pala y empiece a escarbar. Enseñe a sus ojos a leer las historias petrificadas que hay bajo tierra y nunca más volverá a mirar el mundo de la misma forma. SOBRE EL AUTOR KENNETH LACOVARA es fundador y director del Edelman Fossil Park de la Rowan University (Nueva Jersey) y es autor del libro Why Dinosaurs Matter (Simon & Schuster, 2017). No se pierda su TED Talk Hunting for dinosaurs showed me our place in the universe en TED.com 77
La revista Land Rover Magazine recoge en sus páginas historias de diferentes lugares del mundo que hablan de fuerza interior y de afán de superación.
En este número, ponemos a prueba el Defender de la mano de dos intrépidos y jóvenes aventureros mientras preparan una expedición al Polo Sur. También celebramos los 50 años del Range Rover participando en una ruta que descubre las maravillas de Dubái. Echamos la vista atrás, pero también miramos hacia el futuro: un grupo de visionarios nos explica las tecnologías que pueden cambiarnos la vida en los próximos años.